"El hombre, dado que vive en sociedad no tiene en manera alguna derecho a ser egoísta...creerse el individuo, centro de todo lo creado para usar y abusar de ello en exclusivo provecho...si llegara a erigirse en ley humana, convertiría al hombre en un ser abominable y brutal, y transformaría el mundo en una guarida de fieras..."*
Recuperada la alegría, Francisca, ya no andaba tan preocupada por las reuniones de su hombre. Los ardores estivales, amainaban después de las tormentas de agosto. El sol, había dejado de insistir en madrugar tanto y, perezoso, se ocultaba antes.
La flor del olivo, había dejado paso a lo que en unos meses serían aceitunas. Los olivos, con la retorcida forma de sus cuerpos, parecían implorar al cielo el agua justa, el frío justo, la ausencia de granizo...Cuajaditos de diminutos frutos, después de dos temporadas tacañeando su centenario esfuerzo, aullaban a los cuatro vientos su mensaje de abundancia para el invierno.
Era un buen presagio, cuando las ramas ordeñadas estuvieran desnudas de fruto, él nacería y ella podría dedicarle unos días, después de tanto esfuerzo. Ya se soñaba, machacando aceituna. El ritmo que imprimiera con la piedra, arrullaría el sueño de su hijo.
Este es el momento- argumentó José Miguel- Si no ocurre un desastre, la temporada irá bien. Si esperamos a reivindicar más salario, cuando la aceituna este en el molino, no nos lo darán. ¡Presionemos ahora!. Necesitan nuestros brazos, de esa forma si lo conseguimos, para la próxima cosecha argumentando el aumento de aceite de esta, podremos reivindicar una subida más. Estamos en nuestro derecho.
¿Qué pasará si se niegan?- preguntó Isidro, con quien había compartido eternas jornadas de trabajo desde que marcharon de Iznalloz- No quisiera tener que volver a marchar en busca de sustento a otro lugar, estoy bien aquí.
Eso no pasará. la cosecha será buena en toda la provincia, y en Granada también. Málaga ya esta buscando manos. Córdoba compite por llevarse las nuestras. Todos necesitan hacer una buena temporada.-le tranquilizo José Miguel.
El vino, responsable de no guardar secretos, les llevaba enchidos de valor a las calles, reclamando. Sus cascadas voces retumbaban por las callejas.
-En este nuestro pueblo, fuimos de los primeros en echar al moro. No van a venir cuatro muertos de hambre a romper el orden.- Se envalentonaba Don Antonio-.
Es cierto que se exaltan con facilidad, después de que el sol les caliente la sesera, y el vino les de coraje.- replicaba Don Miguel, el párroco.- Pero no es menos cierto, que aún siendo el perro el mejor amigo del hombre, si su amo lo abandona, se asalvaja y uniéndose a otros en jauría, le atemorizan en la sierra cual lobos. Un trozo de pan, un balde de agua y una caricia en el lomo, lo hacen fiel y aunque reciba un palo en la espalda y aulle de dolor, luego vuelve a defender la casa de su amo. A estos hombres les falta un poco más de pan y un balde de agua un poco más fresca, entonces y solo entonces, por más que se hable de revolución, seguirán defendiendo la casa del amo. No es momento de andar dándoles miedo con los infiernos, muchos ya han estado allí. El gobierno da alas a su ateísmo. Cada vez son menos el domingo, y desde mi posición no puedo llegar con el mensaje del Señor a sus cabezas.
¡Los defiende usted, padre!- se ofendió Don Antonio- No ve, que a la que no cierre bien las puertas de la iglesia, cualquier día se le cuelan y arden usted y el altar como teas.
En Madrid ya se habla de regular los dineros, que han de percibir los jornaleros- informó Don Fernando- Yo soy de la opinión, de que si se ha de dar un poco más de pan y un balde con agua mas fresca, seamos de los primeros en darlo y ganarnos la confianza.
¡Se nos subirán a las barbas! -defendía, encendido de ira Don Antonio.-¡Nos las arrancaran a jirones, a penas tengan la ocasión.!
El orgullo de Don Antonio , movido por el brío de sus pasos, se arremolinó acompañándolo. Cuando llegó allí donde la Nieves, descargó sobre ella la impotencia. Lo que alguna vez fueron caricias, aquel día fueron golpes, violentos envites contra un cuerpo de trapo, incapaz de respuesta alguna. No había defensa para ella, la pobre Nieves, la que perdió el marido antes de tenerlo. La que el dolor en los huesos le impedía trabajar. La que aprendió que los hombres se perdían entre sus piernas. La que no podía pedir aumento de salario, solo pedir que ningún mal aborto la dejará muerta en cualquier cuneta, dejando su frágil cuerpo a merced de los perros salvajes.
* Extraído del articulo " Que la República siente escuela de civismo", publicado el 17 de Septiembre de 1932 en " El Radical"
sábado, 26 de junio de 2010
jueves, 17 de junio de 2010
IX TRILLANDO
"...Vuelve único, vuelve
como forma tocada nada más, como llena
palpitación tendida cubierta de cabellos,
como sangre enredada en mi sangre, un latido
dentro de otro latido solamente.
Más las palabras, ¿dónde?
Las palabras no llegan. No tuvieron espacio
en aquel agostado nocturno, no tuvieron
ese mínimo aire que media entre dos bocas
antes de reducirse a un clavel silencioso... "*
Habiendo llegado el mes de la trilla, los muleros con sus cortas varas, azuzaban a sus mulas sobre la parva. El jondo los acompañaba, ahora serranas, ahora gañanas, ahora trilleras. Estas últimas embargaban de melancolía incluso a los animales, que decidían parar sus vueltas, para escuchar a los hombres.
Cuando el trabajo duro estaba hecho, los chiquillos más menudos, esperaban su turno para subir al trillo. Sería lo más parecido a un tío vivo, que muchos verían durante la infancia.
Luego debían ablentar la trilla, para separar la paja del grano. El viento había de ser el justo, para que recoger la paja en gavillas, no se convirtiera en ardua tarea. Barcinar, era el último proceso para subir las gavillas a las carretas.
En imposible equilibrio y subidos en la cima, los hombres más avezados, mantenían la compostura erguidos, desafiantes,funambulistas del "circo de la era" sobre la carga. Los muleros, guiaban las mulas y los bueyes, camino de los cortijos.
- Anda pasa niño, y siéntate- con cascabeles en la voz, le dijo Francisca- refréscate con agua de limón, que hoy anduve de suerte y seis me han regalado, allá donde mi tía. Como unas castañuelas estaba, reía, cantaba, y hasta por palmas se acompañaba. Que a mi prima cogen "pa" monja, aunque a duras penas el padrenuestro canta. Pero esa cara de virgen blanca, le ha abierto el camino para tener llena la panza. Beata se me va a volver la tía, de tanto dar gracias a Dios.
- Malos tiempos para irse de conventos- aseguró José Miguel.
-¡ Y para quedarse fuera!, que allí por lo menos no le faltaran las obleas. Y a las malas, bordadora nos saldrá.- le replicó ella- Y déjame con mi alegría, que hoy es el primero de los días, que esta criatura me da descanso. Que ni una vez me he agachado para regurgitar, como si fuera un pajarico en el nido. ¡Que estoy contenta!. Que hoy no me hables de nada que no sea en un susurro. Hoy te he de hacer el regalo de mi cuerpo. Que hoy, cumples tu los años.
-Por dentro estoy ya fresco, que los limones su trabajo han hecho.-dijo, ya seducido- Por fuera, ahora mismo me quito los sudores, en el patio. ¡Espérame en la alcoba!, que el regalo, muy gustoso lo he de aceptar.
Agosto, era un buen mes, transitorio. La gente disfrutaba de sus noches, más que de sus días.
* Poema de Rafael Alberti.
como forma tocada nada más, como llena
palpitación tendida cubierta de cabellos,
como sangre enredada en mi sangre, un latido
dentro de otro latido solamente.
Más las palabras, ¿dónde?
Las palabras no llegan. No tuvieron espacio
en aquel agostado nocturno, no tuvieron
ese mínimo aire que media entre dos bocas
antes de reducirse a un clavel silencioso... "*
Habiendo llegado el mes de la trilla, los muleros con sus cortas varas, azuzaban a sus mulas sobre la parva. El jondo los acompañaba, ahora serranas, ahora gañanas, ahora trilleras. Estas últimas embargaban de melancolía incluso a los animales, que decidían parar sus vueltas, para escuchar a los hombres.
Cuando el trabajo duro estaba hecho, los chiquillos más menudos, esperaban su turno para subir al trillo. Sería lo más parecido a un tío vivo, que muchos verían durante la infancia.
Luego debían ablentar la trilla, para separar la paja del grano. El viento había de ser el justo, para que recoger la paja en gavillas, no se convirtiera en ardua tarea. Barcinar, era el último proceso para subir las gavillas a las carretas.
En imposible equilibrio y subidos en la cima, los hombres más avezados, mantenían la compostura erguidos, desafiantes,funambulistas del "circo de la era" sobre la carga. Los muleros, guiaban las mulas y los bueyes, camino de los cortijos.
- Anda pasa niño, y siéntate- con cascabeles en la voz, le dijo Francisca- refréscate con agua de limón, que hoy anduve de suerte y seis me han regalado, allá donde mi tía. Como unas castañuelas estaba, reía, cantaba, y hasta por palmas se acompañaba. Que a mi prima cogen "pa" monja, aunque a duras penas el padrenuestro canta. Pero esa cara de virgen blanca, le ha abierto el camino para tener llena la panza. Beata se me va a volver la tía, de tanto dar gracias a Dios.
- Malos tiempos para irse de conventos- aseguró José Miguel.
-¡ Y para quedarse fuera!, que allí por lo menos no le faltaran las obleas. Y a las malas, bordadora nos saldrá.- le replicó ella- Y déjame con mi alegría, que hoy es el primero de los días, que esta criatura me da descanso. Que ni una vez me he agachado para regurgitar, como si fuera un pajarico en el nido. ¡Que estoy contenta!. Que hoy no me hables de nada que no sea en un susurro. Hoy te he de hacer el regalo de mi cuerpo. Que hoy, cumples tu los años.
-Por dentro estoy ya fresco, que los limones su trabajo han hecho.-dijo, ya seducido- Por fuera, ahora mismo me quito los sudores, en el patio. ¡Espérame en la alcoba!, que el regalo, muy gustoso lo he de aceptar.
Agosto, era un buen mes, transitorio. La gente disfrutaba de sus noches, más que de sus días.
* Poema de Rafael Alberti.
miércoles, 16 de junio de 2010
VIII EL CALOR
"El que espera desespera, dice la voz popular... ¡Qué verdad tan verdadera!... La verdad es lo que es, y sigue siendo verdad aunque se piense al revés."*
Ya Julio asomaba con sus calores. Calores que encendían la sangre y apagaban las cosechas. Las siestas sudaban a pesar de las defensas, que a guerra abierta, las encaladas fachadas ofrecían. Los pájaros callaban, al paso del aire del sur, como en Procesión del Silencio. Una falsa paz invadía las calles. Ni un ansioso niño de pecho, se hubiera atrevido a romperla.
Las huelgas de los jornaleros, se repetían en constancia cansina, a vista de los propietarios grandes, medianos y pequeños. A vista de los jornaleros, aún eran pocas, ya que sus miseros sueldos no daban para casi nada. ¿Que culpa tenían ellos de las especulaciones con el precio del aceite?. ¿Que culpa tenían los otros con dos años de vecería?.
La espera, ese compás apenas imperceptible, carcome las voluntades. Pero el viento algún día llegaría hinchado de libertades.
Levantarse era un suplicio, poco había para llevarse a la boca y encima su cuerpo se empeñaba en abortarlo con mañaneras angustias. La ilusión la ayudaba a soportarlo. A veces pensaba que vomitaba miedos. Se abrazaba entonces el vientre, y los conjuraba cantando una nana:
«A la nana, nanita,
nanita, ea,
perejil y culantro
y alcaravea.»
-Niña, que traigo carta- voceo al entrar- que traigo carta de mi hermana.:
" Domingo Pérez a 26 de Junio de 1931
Estimado José Miguel, te echo estas lineas, para felicitarte por lo de la criatura. También he de decirte que aquí , Don Isidoro, anda parcelando las tierras para arrendarlas a los cabeza de familia. Las huelgas han valido para algo, aunque nosotros quisimos más. Incluso las tierras del cortijo de Cañatalbora se están troceando. Esperamos verte pronto. Te quiere
Aurelia "
-Ves Francisca, como el trabajo de los camaradas en Granada ha sido efectivo-dijo él.- Con suerte, cuando acabe la siega, podremos ir con mi gente.
Por unos segundos, julio se hizo febrero, mientras un escalofrío recorrió su cuerpo. No quería que el volviera a su pueblo, y los recuerdos del hijo que perdió, nublasen el amor por el suyo. Él era su camarada, el que dormía en su misma cámara, no quería compartirlo. Los celos se paseaban por la estancia, intentando echar su ancla.
* Poemas y cantares, Antonio Machado.
Ya Julio asomaba con sus calores. Calores que encendían la sangre y apagaban las cosechas. Las siestas sudaban a pesar de las defensas, que a guerra abierta, las encaladas fachadas ofrecían. Los pájaros callaban, al paso del aire del sur, como en Procesión del Silencio. Una falsa paz invadía las calles. Ni un ansioso niño de pecho, se hubiera atrevido a romperla.
Las huelgas de los jornaleros, se repetían en constancia cansina, a vista de los propietarios grandes, medianos y pequeños. A vista de los jornaleros, aún eran pocas, ya que sus miseros sueldos no daban para casi nada. ¿Que culpa tenían ellos de las especulaciones con el precio del aceite?. ¿Que culpa tenían los otros con dos años de vecería?.
La espera, ese compás apenas imperceptible, carcome las voluntades. Pero el viento algún día llegaría hinchado de libertades.
Levantarse era un suplicio, poco había para llevarse a la boca y encima su cuerpo se empeñaba en abortarlo con mañaneras angustias. La ilusión la ayudaba a soportarlo. A veces pensaba que vomitaba miedos. Se abrazaba entonces el vientre, y los conjuraba cantando una nana:
«A la nana, nanita,
nanita, ea,
perejil y culantro
y alcaravea.»
-Niña, que traigo carta- voceo al entrar- que traigo carta de mi hermana.:
" Domingo Pérez a 26 de Junio de 1931
Estimado José Miguel, te echo estas lineas, para felicitarte por lo de la criatura. También he de decirte que aquí , Don Isidoro, anda parcelando las tierras para arrendarlas a los cabeza de familia. Las huelgas han valido para algo, aunque nosotros quisimos más. Incluso las tierras del cortijo de Cañatalbora se están troceando. Esperamos verte pronto. Te quiere
Aurelia "
-Ves Francisca, como el trabajo de los camaradas en Granada ha sido efectivo-dijo él.- Con suerte, cuando acabe la siega, podremos ir con mi gente.
Por unos segundos, julio se hizo febrero, mientras un escalofrío recorrió su cuerpo. No quería que el volviera a su pueblo, y los recuerdos del hijo que perdió, nublasen el amor por el suyo. Él era su camarada, el que dormía en su misma cámara, no quería compartirlo. Los celos se paseaban por la estancia, intentando echar su ancla.
* Poemas y cantares, Antonio Machado.
lunes, 14 de junio de 2010
VII LA ALMAZARA
"Si los comunistas españoles se hubieran pronunciado oportuna y decididamente por el boicot...de la caída del ministerio Berenguer...Los obreros avanzados se hubieran dicho: "Esa gente es capaz de comprender las cosas". Por desgracia, los comunistas españoles, desorientados...la del sufragio universal igual, directo y secreto para los hombres y las mujeres a partir de los dieciocho años....Precisamente porque las masas populares de España están inclinadas a exagerar la fuerza creadora de las Cortes, es por lo que todo obrero consciente, todo campesino revolucionario quieren participar en las elecciones...la reducción de la edad electoral interesa vivamente a muchos millares de obreros, de obreras, de campesinos y campesinas..."*
El cambio de actividad era la constante, y dichoso aquel que tuviera alguna. Berzas y lentejas, cortadas a guadaña les proporcionaban ahora el sustento. La guadaña silbando a los pies de la planta, marcaba el ritmo para arrancar un cante. Su voz se había transformado, como si su garganta se hubiera saciado de miel.
-Francisquilla, que pa mi que andas "llena de vida" desde que bajaste de la sierra- observó Manuela- La voz, más limpia. El vientre, ensanchao. Y esas tetas, hija, que parecen cúpulas de catedral.- todas rieron- Tanto se te ha arrimao el pelirrojo, que en unos meses tenemos aquí otro "diablillo colorao".
Ella rió sus gracias, consciente de lo que ocultaban sus palabras. Bien sabía ella que el sexto cambio de luna había pasado ya, y su río interno no manaba. Bien sabía ella que a muchas de sus compañeras, no les gustaba que sus hombres llegaran con la sangre encendida, después de hablar con el suyo, sobre señoritos y revoluciones. Que le cambiaban lo de pelirrojo por lo de "el colorao". Ojalá supieran ellas más, ojalá el miedo las dejará pensar, ojalá fueran capaces de ir algún día a votar.
Al verla llegar, su padre la hizo descansar.
-Siéntate conmigo, refréscate, Francisquilla. - le ofreció.
- No me llame más así, padre. Llámeme Francisca, que la noticia que le he de dar, no le dejará verme más como a una niña. Para el final de la aceituna, seré madre.
- Así será hija mía. Me haces más viejo, aunque feliz. Pero has de saber, que aunque yo me resistiera a admitirlo, hace ya tiempo que te veo como mujer y no niña. Y no una mujer cualquiera, sino de las capaces de llevar las riendas de su vida con una sola mano, dejando libre la otra para defenderse de quien sea.
Mientras en otro extremo del pueblo José Miguel, como era su costumbre, azuzaba a los hombres a salir de su letargo. Conciencia de clase, socialismo, comunismo, república, religión, gobierno,derecho a voto, obreros y campesinos, eran palabras que brotaban atropellándose unas a otras. Desde que bajó de la sierra, sus treinta y un años refrescados en las aguas de la cueva, parecían dieciocho. Tenía que cambiar el mundo, le debía un mundo mejor a su niña y a los que vinieran detrás.
-Descansa ya pelirrojo de tanta palabrería, y vete corriendo a la casa.- le interrumpió Antonio- Que el que antes no te quería ver ni en pintura, anda invitando a vino de su bota a todo el que se le antoja, para celebrar que este invierno le traerá buena cosecha y un nuevo nietecillo, hijo del de Iznalloz.
El encalado de las casas, no hubiera podido competir con el blanco de su piel. La mudez de su garganta, inaudita, sorprendió a toda la audiencia. Un vahído, una silla, un aire empujado por el papel de un diario, una sangre que regresa, un impulso, unas tiras de cortina que se quedan bailando tras el paso de José Miguel. La vida le regalaba una nueva oportunidad, un nuevo empiece. Un nuevo hijo, que nacería en libertad.
Donde esta mi almazara- saludó a su mujer- Que me dicen que guardaste el aceite que me exprimiste, en la más hermosa de las ánforas para luego darle vida. Ven aquí que te guarde yo entre mis brazos.
* Extracto de carta de León Trosky a la revista Comunismo a fecha 31 de Mayo de 1931.
El cambio de actividad era la constante, y dichoso aquel que tuviera alguna. Berzas y lentejas, cortadas a guadaña les proporcionaban ahora el sustento. La guadaña silbando a los pies de la planta, marcaba el ritmo para arrancar un cante. Su voz se había transformado, como si su garganta se hubiera saciado de miel.
-Francisquilla, que pa mi que andas "llena de vida" desde que bajaste de la sierra- observó Manuela- La voz, más limpia. El vientre, ensanchao. Y esas tetas, hija, que parecen cúpulas de catedral.- todas rieron- Tanto se te ha arrimao el pelirrojo, que en unos meses tenemos aquí otro "diablillo colorao".
Ella rió sus gracias, consciente de lo que ocultaban sus palabras. Bien sabía ella que el sexto cambio de luna había pasado ya, y su río interno no manaba. Bien sabía ella que a muchas de sus compañeras, no les gustaba que sus hombres llegaran con la sangre encendida, después de hablar con el suyo, sobre señoritos y revoluciones. Que le cambiaban lo de pelirrojo por lo de "el colorao". Ojalá supieran ellas más, ojalá el miedo las dejará pensar, ojalá fueran capaces de ir algún día a votar.
Al verla llegar, su padre la hizo descansar.
-Siéntate conmigo, refréscate, Francisquilla. - le ofreció.
- No me llame más así, padre. Llámeme Francisca, que la noticia que le he de dar, no le dejará verme más como a una niña. Para el final de la aceituna, seré madre.
- Así será hija mía. Me haces más viejo, aunque feliz. Pero has de saber, que aunque yo me resistiera a admitirlo, hace ya tiempo que te veo como mujer y no niña. Y no una mujer cualquiera, sino de las capaces de llevar las riendas de su vida con una sola mano, dejando libre la otra para defenderse de quien sea.
Mientras en otro extremo del pueblo José Miguel, como era su costumbre, azuzaba a los hombres a salir de su letargo. Conciencia de clase, socialismo, comunismo, república, religión, gobierno,derecho a voto, obreros y campesinos, eran palabras que brotaban atropellándose unas a otras. Desde que bajó de la sierra, sus treinta y un años refrescados en las aguas de la cueva, parecían dieciocho. Tenía que cambiar el mundo, le debía un mundo mejor a su niña y a los que vinieran detrás.
-Descansa ya pelirrojo de tanta palabrería, y vete corriendo a la casa.- le interrumpió Antonio- Que el que antes no te quería ver ni en pintura, anda invitando a vino de su bota a todo el que se le antoja, para celebrar que este invierno le traerá buena cosecha y un nuevo nietecillo, hijo del de Iznalloz.
El encalado de las casas, no hubiera podido competir con el blanco de su piel. La mudez de su garganta, inaudita, sorprendió a toda la audiencia. Un vahído, una silla, un aire empujado por el papel de un diario, una sangre que regresa, un impulso, unas tiras de cortina que se quedan bailando tras el paso de José Miguel. La vida le regalaba una nueva oportunidad, un nuevo empiece. Un nuevo hijo, que nacería en libertad.
Donde esta mi almazara- saludó a su mujer- Que me dicen que guardaste el aceite que me exprimiste, en la más hermosa de las ánforas para luego darle vida. Ven aquí que te guarde yo entre mis brazos.
* Extracto de carta de León Trosky a la revista Comunismo a fecha 31 de Mayo de 1931.
domingo, 13 de junio de 2010
VI EL REGRESO
"...Consejo de ministros: Esta tarde se reunieron los ministros en Consejo en el Palacio del Congreso...Al llegar el señor Largo Caballero dijo que esta mañana se había reunido con los alcaldes de la provincia de Jaén, para estudiar la manera de resolver la crisis de trabajo...aumentar una décima la contribución de toda España...no se considera suficiente...aumentar un cien por cien el impuesto de derechos reales por transmisión directa...cincuenta millones de pesetas...cajas previsoras para poder conjurar la crisis del trabajo..."*
Parecía que Juan Manuel nunca habría de tener reposo, que el desasosiego se había instalado en su corazón, y encontrábase tan a gusto que decidió no abandonarlo. El trasiego de gobiernos, ahora de reyes, ahora de dictadores, ahora republicanos. Tanto que se presumía en su infancia de la grandeza del imperio, perdida Cuba, parecía que las naves se hubieran traído de vuelta los huracanes caribeños que ponen todo patas arriba. Esos vientos regiraban con más fuerza las endebles construcciones con las que los pobres intentaban construir sus vidas. La voz de su niña, era casi su única alegría, embelesado con su jondo, no se había dado cuenta, de que ya era mujer. Tenía razón Tomás, no cerraría las puertas, además José Miguel era un buen hombre, y la causa por la que luchaba era justa.
A su regreso de Tiscar, José Miguel, hacía que ella se fijara en las manos desarmadas de ilusión con las que los hombres aupaban las botas de vino. Hombres sin trabajo, que aún queriendo subsistir, no tenían con que.
A unos los atrapará la holgazanería y el abandono, a otros las filas del ejército- le decía- Pero muchos despertaran como clase, muchos hemos de ser los que no nos aferremos a la teta que ahora nos quiere brindar Largo Caballero. Tenemos dos manos para ganarnos el pan, nos lo ganamos. ¿ Acaso las manos de los señoritos saben peinar las ramas del olivo? ¿Acaso las rodillas de sus mujeres son callosas de andar agachadas recogiendo aceitunas? Nunca un asno ganó a la carrera a un caballo, pero sí es capaz de llegar cargado por senderos escarpados a cimas más altas, mientras el caballo muere antes agotado.
Ella le escuchaba, no importaba lo que dijese, tenía el verbo fluido, convicción en la palabra y un tono inalterable, bajo, que obligaba a prestarle atención. Tenía, quince años más que ella de acumular vida.
Los altos cipreses del camposanto, les anunciaron su llegada a Peal. Soltó su mano, para agarrar su cintura. Una vida de familia se le había ya escapado, la quería sentir cerca. Quería que todos vieran que no era un capricho, que estaba con ella. Todo el pueblo lo vió. Incluso aquellos que siempre recelan de que a sus mujeres, se las lleve el de otro pueblo.
En la puerta de la casa, la figura taciturna de Juan Manuel, resistía el frescor de las primeras gotas de un agua de mayo. No mediaron palabra. Solo cruzaron miradas. Entró, no cerró tras de sí la puerta, ellos le siguieron. Si los pobres hubieran tenido costumbre de abrazarse por las alegrías, Francisquilla lo hubiera hecho.
Padre. - se atrevió a decir- Mañana al alba nos levantaremos para el tajo, antes me levantaré yo para preparar un almuerzo.
* Artículo de prensa del 22 de Mayo de 1931.
Parecía que Juan Manuel nunca habría de tener reposo, que el desasosiego se había instalado en su corazón, y encontrábase tan a gusto que decidió no abandonarlo. El trasiego de gobiernos, ahora de reyes, ahora de dictadores, ahora republicanos. Tanto que se presumía en su infancia de la grandeza del imperio, perdida Cuba, parecía que las naves se hubieran traído de vuelta los huracanes caribeños que ponen todo patas arriba. Esos vientos regiraban con más fuerza las endebles construcciones con las que los pobres intentaban construir sus vidas. La voz de su niña, era casi su única alegría, embelesado con su jondo, no se había dado cuenta, de que ya era mujer. Tenía razón Tomás, no cerraría las puertas, además José Miguel era un buen hombre, y la causa por la que luchaba era justa.
A su regreso de Tiscar, José Miguel, hacía que ella se fijara en las manos desarmadas de ilusión con las que los hombres aupaban las botas de vino. Hombres sin trabajo, que aún queriendo subsistir, no tenían con que.
A unos los atrapará la holgazanería y el abandono, a otros las filas del ejército- le decía- Pero muchos despertaran como clase, muchos hemos de ser los que no nos aferremos a la teta que ahora nos quiere brindar Largo Caballero. Tenemos dos manos para ganarnos el pan, nos lo ganamos. ¿ Acaso las manos de los señoritos saben peinar las ramas del olivo? ¿Acaso las rodillas de sus mujeres son callosas de andar agachadas recogiendo aceitunas? Nunca un asno ganó a la carrera a un caballo, pero sí es capaz de llegar cargado por senderos escarpados a cimas más altas, mientras el caballo muere antes agotado.
Ella le escuchaba, no importaba lo que dijese, tenía el verbo fluido, convicción en la palabra y un tono inalterable, bajo, que obligaba a prestarle atención. Tenía, quince años más que ella de acumular vida.
Los altos cipreses del camposanto, les anunciaron su llegada a Peal. Soltó su mano, para agarrar su cintura. Una vida de familia se le había ya escapado, la quería sentir cerca. Quería que todos vieran que no era un capricho, que estaba con ella. Todo el pueblo lo vió. Incluso aquellos que siempre recelan de que a sus mujeres, se las lleve el de otro pueblo.
En la puerta de la casa, la figura taciturna de Juan Manuel, resistía el frescor de las primeras gotas de un agua de mayo. No mediaron palabra. Solo cruzaron miradas. Entró, no cerró tras de sí la puerta, ellos le siguieron. Si los pobres hubieran tenido costumbre de abrazarse por las alegrías, Francisquilla lo hubiera hecho.
Padre. - se atrevió a decir- Mañana al alba nos levantaremos para el tajo, antes me levantaré yo para preparar un almuerzo.
* Artículo de prensa del 22 de Mayo de 1931.
jueves, 10 de junio de 2010
V LA SIERRA
"...Cerca del agua te quiero tener,porque te aliente su vivido ser. Cerca del agua te quiero sentir, porque la espuma te enseñe a reír. Cerca del agua te quiero, mujer,ver, abarcar,fecundar, conocer..."*
Las primeras luces limpias de la mañana, luces de Mayo, las recibieron ya lejos de Peal. Ni un solo instante habían separado sus manos. Ni los matojos secos que empuja el viento de septiembre, corren tan ligeros, como ahora lo hacían sus pies.
Ya en la aldea de Tiscar, sintiéndose seguros, pararon a comer un poco de pan blanco y otro poco de chorizo, que José Miguel se había procurado la noche anterior. Ella puso aceitunas, la torta con anises y las sonrisas nerviosas. La fuente de los tres caños puso el agua y el camino les regaló los tomates de algún huerto. Terminado el banquete de sus nupcias, la Cueva del Agua les esperaba.
Francisquilla, durante el camino se prometió a si misma y a la virgen, volver allí algún día en peregrinación y descalza para agradecer ese amor que sentía. Ella no sabía que tardaría más de cuarenta años en cumplirlo, pero lo cumpliría.
- Tengo miedo José Miguel, este camino es muy escarpado, me da que se va a parecer a nuestras vidas- se lamentó ella cuando bajaban a la cueva.
- Ni tú ni yo somos cobardes, niña, y si la vida nos ha de ser escarpada, nos tendremos el uno al otro para llevarla- la tranquilizó él.
Allí, cerca de la cascada, decidieron pasar su primera noche. Allí despojaron sus cuerpos del deseo reprimido. Allí se hizo mujer Francisca. Allí aparcaron las palabras, para convertirlas en jadeos y susurros. Allí no estaban las mismas manos que vareaban o peinaban la aceituna, allí estaban las que se arman con caricias. Allí el calor de sus cuerpos. no notó el frío de las noches de Mayo. Y fue allí probablemente, donde dejaron de ser dos para empezar a ser tres. Después de aquella primera noche vendrían muchas, pero arropados por las estrellas de la sierra y acunados con la nana del agua, solo pasaron una más.
Al tercer día de su huida, debían regresar. Esa era la costumbre. Pasado ese tiempo, todos sabían que la muchacha volvería con el moño revuelto, " despeina", con adornos de hierba seca entre sus cabellos; y eso no se podía volver atrás.
* Poema de Miguel Hernández.
Las primeras luces limpias de la mañana, luces de Mayo, las recibieron ya lejos de Peal. Ni un solo instante habían separado sus manos. Ni los matojos secos que empuja el viento de septiembre, corren tan ligeros, como ahora lo hacían sus pies.
Ya en la aldea de Tiscar, sintiéndose seguros, pararon a comer un poco de pan blanco y otro poco de chorizo, que José Miguel se había procurado la noche anterior. Ella puso aceitunas, la torta con anises y las sonrisas nerviosas. La fuente de los tres caños puso el agua y el camino les regaló los tomates de algún huerto. Terminado el banquete de sus nupcias, la Cueva del Agua les esperaba.
Francisquilla, durante el camino se prometió a si misma y a la virgen, volver allí algún día en peregrinación y descalza para agradecer ese amor que sentía. Ella no sabía que tardaría más de cuarenta años en cumplirlo, pero lo cumpliría.
- Tengo miedo José Miguel, este camino es muy escarpado, me da que se va a parecer a nuestras vidas- se lamentó ella cuando bajaban a la cueva.
- Ni tú ni yo somos cobardes, niña, y si la vida nos ha de ser escarpada, nos tendremos el uno al otro para llevarla- la tranquilizó él.
Allí, cerca de la cascada, decidieron pasar su primera noche. Allí despojaron sus cuerpos del deseo reprimido. Allí se hizo mujer Francisca. Allí aparcaron las palabras, para convertirlas en jadeos y susurros. Allí no estaban las mismas manos que vareaban o peinaban la aceituna, allí estaban las que se arman con caricias. Allí el calor de sus cuerpos. no notó el frío de las noches de Mayo. Y fue allí probablemente, donde dejaron de ser dos para empezar a ser tres. Después de aquella primera noche vendrían muchas, pero arropados por las estrellas de la sierra y acunados con la nana del agua, solo pasaron una más.
Al tercer día de su huida, debían regresar. Esa era la costumbre. Pasado ese tiempo, todos sabían que la muchacha volvería con el moño revuelto, " despeina", con adornos de hierba seca entre sus cabellos; y eso no se podía volver atrás.
* Poema de Miguel Hernández.
miércoles, 9 de junio de 2010
IV EL RAPTO
"...El rojo sol de un sueño, en el oriente asoma. Luz en sueños. ¿No tiemblas, amante peregrino?...Cuando el primer aroma exhalen los jazmines, y cuando mas palpite las rosas del amor, una mañana de oro que alumbre los jardines, ¿no huirá, como una nube dispersa, el sueño en flor?...
Leer a Machado, sus poemas, daba impulso a su decisión. Antes de la aurora, antes de que los luceros se extinguieran, antes incluso del rocío, la estaba esperando al abrigo de la ultima piedra encalada. Allí donde acaba el descanso y empieza el sudor del tajo, como reo escapado, la estaba ansiando.
-Fluye, fluye como el agua calma y corre, corre como el torrente hacia donde te espero al alba- le había dicho.
Los compases de Morfeo, sus trompetas, la recordaban que los que allí dormían tenían sus propios sueños. El suyo, lo quería tener despierta. Miedo, pena, angustia, todo lo borraba el anhelo de ser amada. Su padre no la entendía, solo el hambre le preocupaba.
La tenue luz de un cuarto menguante que se acaba, pintaba de gris marengo sus siluetas. Una sombra, quieta, la otra, errante. La seguridad de un abrazo furtivo, las pesquisas de unos ojos cerciorándose de estar solos, las curtidas manos que se enlazan, los pies haciendo de ojos, culminaron el encuentro. Al este la sierra, Cazorla.- ¡Apresúrate, niña!-le susurró- Que a donde vamos, nadie juzgará nuestro deseo.
- ¡Ay José Miguel!. No me preocupan ya los juicios, solo mi padre cuando despierte. Llévame en volandas, que mi decisión no se quiebre. Que no se lo que me espera, que el pasado lo dejo roto, que el futuro has de ser tú.
El rojo del alba, desperezaba a la casa. El anaranjado, los ponía en marcha, el cristalino del agua y el azul del cielo, se llevaban sus legañas. Otra jornada más de desasosiego empezaba para Juan Manuel. La masa creciente de compañeros sin trabajo, le angustiaba. Primero habían sido las sequía y las heladas, las que mataron una buena cosecha de aceitunas, ahora las mismas asesinas prometían repetir con las cosechas de verano. Suerte el hacer de peón caminero.
- Francisquilla, despierta hija, que solo quedas tú.- la arreciaba, esperando su llegada.- ¡Francisquilla! ¡Francisquilla!. ¡ ¿Dónde está la niña?!¡¿ Dónde estás?!.-gritaba con desasosiego.
Hoz en mano, con el presentimiento de lo ocurrido y los ojos anegados de ira, recorrió el cortijo. Todos lo miraban, callando. Callaban por temor a la locura, que es a lo que más temen los hombres después del hambre, por ser el apellido de esta.
- Antes del alba, a la hora en que los viejos rompemos el sueño para empezar a mear, los galgos ladraban en la noche y a la luna no sería, que andaba tan fina como el filo de esa hoz que ahora mismo has de bajar- le increpó Tomas, el más anciano del lugar- El pelirrojo, bien sabes tú ya, se la ha llevao, que los moros además de la Alhambra, nos dejaros otros usos. Bien raptaste tu a la madre de tus hijos, que los pobres no nos andamos con bodas de las que dan pernada al señorito. Cuando pasen los tres días, cuando bajen de la sierra, dales cobijo y no espanto. Que lo que haya unido la sierra, no lo separemos los hombres.
Los pies derrotados, vistiendo las polvorosas alpargatas, dieron media vuelta. La garganta muda, le gritaba una sed insaciable de vino. Juan Manuel ahogó en la taberna los tres siguientes días.
Leer a Machado, sus poemas, daba impulso a su decisión. Antes de la aurora, antes de que los luceros se extinguieran, antes incluso del rocío, la estaba esperando al abrigo de la ultima piedra encalada. Allí donde acaba el descanso y empieza el sudor del tajo, como reo escapado, la estaba ansiando.
-Fluye, fluye como el agua calma y corre, corre como el torrente hacia donde te espero al alba- le había dicho.
Los compases de Morfeo, sus trompetas, la recordaban que los que allí dormían tenían sus propios sueños. El suyo, lo quería tener despierta. Miedo, pena, angustia, todo lo borraba el anhelo de ser amada. Su padre no la entendía, solo el hambre le preocupaba.
La tenue luz de un cuarto menguante que se acaba, pintaba de gris marengo sus siluetas. Una sombra, quieta, la otra, errante. La seguridad de un abrazo furtivo, las pesquisas de unos ojos cerciorándose de estar solos, las curtidas manos que se enlazan, los pies haciendo de ojos, culminaron el encuentro. Al este la sierra, Cazorla.- ¡Apresúrate, niña!-le susurró- Que a donde vamos, nadie juzgará nuestro deseo.
- ¡Ay José Miguel!. No me preocupan ya los juicios, solo mi padre cuando despierte. Llévame en volandas, que mi decisión no se quiebre. Que no se lo que me espera, que el pasado lo dejo roto, que el futuro has de ser tú.
El rojo del alba, desperezaba a la casa. El anaranjado, los ponía en marcha, el cristalino del agua y el azul del cielo, se llevaban sus legañas. Otra jornada más de desasosiego empezaba para Juan Manuel. La masa creciente de compañeros sin trabajo, le angustiaba. Primero habían sido las sequía y las heladas, las que mataron una buena cosecha de aceitunas, ahora las mismas asesinas prometían repetir con las cosechas de verano. Suerte el hacer de peón caminero.
- Francisquilla, despierta hija, que solo quedas tú.- la arreciaba, esperando su llegada.- ¡Francisquilla! ¡Francisquilla!. ¡ ¿Dónde está la niña?!¡¿ Dónde estás?!.-gritaba con desasosiego.
Hoz en mano, con el presentimiento de lo ocurrido y los ojos anegados de ira, recorrió el cortijo. Todos lo miraban, callando. Callaban por temor a la locura, que es a lo que más temen los hombres después del hambre, por ser el apellido de esta.
- Antes del alba, a la hora en que los viejos rompemos el sueño para empezar a mear, los galgos ladraban en la noche y a la luna no sería, que andaba tan fina como el filo de esa hoz que ahora mismo has de bajar- le increpó Tomas, el más anciano del lugar- El pelirrojo, bien sabes tú ya, se la ha llevao, que los moros además de la Alhambra, nos dejaros otros usos. Bien raptaste tu a la madre de tus hijos, que los pobres no nos andamos con bodas de las que dan pernada al señorito. Cuando pasen los tres días, cuando bajen de la sierra, dales cobijo y no espanto. Que lo que haya unido la sierra, no lo separemos los hombres.
Los pies derrotados, vistiendo las polvorosas alpargatas, dieron media vuelta. La garganta muda, le gritaba una sed insaciable de vino. Juan Manuel ahogó en la taberna los tres siguientes días.
martes, 8 de junio de 2010
III ENSEÑANZA
"...Una enorme luz que fuera luciérnaga de otra. En un campo de miradas rotas...Un reposo claro, y allí nuestros besos. Lunares sonoros del eco, se abrirán muy lejos...Y tu corazón caliente, nada más."
Su mano rodeaba el índice de ella, mientras se deslizaba suavemente, bajo los versos de Lorca. Ahora una a, niña de pelo suelto. Ahora una e, hocino de cortar esparto. Ahora una i, la luna llena en el campanario. Ahora una o, la sorpresa de tus labios...Así le iba enseñando, así el hambre no la notaban tanto. Los cereales del verano, no apuntaban maneras, los hombres y mujeres de la tierra veían negrear su futuro. Su carácter," andaluces de Jaén aceituneros altivos", les hacía seguir, la vida les iba en ello. Cada vez más sus oídos se hacían eco de las consignas que les llegaban; "La tierra, para el que la trabaja".
A la puesta del sol, un vino aclaraba su garganta, dispuesta a cantar las noticias de " La libertad" o de " La voz" a sus compañeros. Al otro lado de la plaza, seguro alguien hacia lo mismo en El Casino, pero con "El Debate" o "La Nación". La constitución los hacia iguales, pero los vinos nunca serían los mismos para unos y otros. Las sotanas, con los almidonados y repeinados señoritos. El hambre, con los cuellos raídos de las camisas de los jornaleros.
- ¡Tú, el de Iznalloz, barba de diablo colorao!¡Anda olvidándote ya de mi Francisquilla!- la rabia de los que murmullan a las espaldas, y los celos de al que le arrancan algo, desataban sus gritos- ¡Déjalá, y lárgate!
- Cálmate Juan Manuel, que tu niña ha de estar bien a mi vera- le respondió José Miguel.
- ¡¿Bien?, ¿Bien?!¡ Sopas de papel de periódico habréis de comer!-replicó vencido.
La media luna andalusí, fue testigo de sus negocios de amor. Al rayar el próximo alba, volverían a verse en la linde del cortijo.
Su mano rodeaba el índice de ella, mientras se deslizaba suavemente, bajo los versos de Lorca. Ahora una a, niña de pelo suelto. Ahora una e, hocino de cortar esparto. Ahora una i, la luna llena en el campanario. Ahora una o, la sorpresa de tus labios...Así le iba enseñando, así el hambre no la notaban tanto. Los cereales del verano, no apuntaban maneras, los hombres y mujeres de la tierra veían negrear su futuro. Su carácter," andaluces de Jaén aceituneros altivos", les hacía seguir, la vida les iba en ello. Cada vez más sus oídos se hacían eco de las consignas que les llegaban; "La tierra, para el que la trabaja".
A la puesta del sol, un vino aclaraba su garganta, dispuesta a cantar las noticias de " La libertad" o de " La voz" a sus compañeros. Al otro lado de la plaza, seguro alguien hacia lo mismo en El Casino, pero con "El Debate" o "La Nación". La constitución los hacia iguales, pero los vinos nunca serían los mismos para unos y otros. Las sotanas, con los almidonados y repeinados señoritos. El hambre, con los cuellos raídos de las camisas de los jornaleros.
- ¡Tú, el de Iznalloz, barba de diablo colorao!¡Anda olvidándote ya de mi Francisquilla!- la rabia de los que murmullan a las espaldas, y los celos de al que le arrancan algo, desataban sus gritos- ¡Déjalá, y lárgate!
- Cálmate Juan Manuel, que tu niña ha de estar bien a mi vera- le respondió José Miguel.
- ¡¿Bien?, ¿Bien?!¡ Sopas de papel de periódico habréis de comer!-replicó vencido.
La media luna andalusí, fue testigo de sus negocios de amor. Al rayar el próximo alba, volverían a verse en la linde del cortijo.
lunes, 7 de junio de 2010
II LA SIESTA
"... título III: Derechos y deberes de los españoles; subsidio en libertades y derechos individuales...Capítulo II: familia, economía y cultura. Reconoce la libertad religiosa, de expresión, reunión, asociación y...el derecho de libre residencia y circulación, elección de profesión, inviolabilidad del domicilio y correspondencia, igualdad ante la justicia, ... derecho al trabajo, derechos de cultura y enseñanza...relación entre estado y iglesia católica...suprime todo privilegio de clase social y riqueza...la posibilidad de socialización de los servicios públicos y las tierras..."*
- Siempre andas leyendo José Miguel - susurró, mientras se dejaba caer a su vera- ¿ Qué será lo que tiene esa tinta? Parece que tenga el poder de los negros ojos, de los moros de Granada.
Cuanto tiempo más se podía resistir al encanto de la niña, la evitaba, pero desde que llegó a Peal, siempre la sentía cerca. Él, él que se había prometido mil veces no volver a enamorarse, anhelaba la niñería de sus palabras y la gracia de sus manos.
- Mira niña, lo que dicen estas tintas, hará de ti una mujer libre.
- ¡ Ay, que gracia, libre dice! ¡Aquí no son libres, ni los conejos!- gritaba.
Mientras, las falsas carcajadas, la empujaban hacia atrás. Se dejó caer, calculó al milímetro y lo arrastró con ella. Sus espaldas tocaron la tierra, y su frescor los atrapó. La siesta se anunciaba ya, con el susurro pausado de las conversaciones vecinas. Los jornaleros, tapaban los rostros con la paja de sus sombreros o mordisqueaban hierbas usándolas como mondadientes.
- Enséñame, quiero que me enseñes. No soy tan tonta como te crees, sé que las cosas están cambiando. Hace bien poco ardía el convento de Artafe. Ya sabes que mi padre trae piedras y asfaltos para los caminos, y las gentes que ruedan le van explicando cosas. Desde mediados de Abril, con la República, andamos todos como locos. Enséñame, quiero que me enseñes.- repitió.
Sin saberlo, ella se había vestido de verde con volantes y cascabeles, cautivándole. La besó.
- Te eseñaré.
* Extracto de la constitución II República
- Siempre andas leyendo José Miguel - susurró, mientras se dejaba caer a su vera- ¿ Qué será lo que tiene esa tinta? Parece que tenga el poder de los negros ojos, de los moros de Granada.
Cuanto tiempo más se podía resistir al encanto de la niña, la evitaba, pero desde que llegó a Peal, siempre la sentía cerca. Él, él que se había prometido mil veces no volver a enamorarse, anhelaba la niñería de sus palabras y la gracia de sus manos.
- Mira niña, lo que dicen estas tintas, hará de ti una mujer libre.
- ¡ Ay, que gracia, libre dice! ¡Aquí no son libres, ni los conejos!- gritaba.
Mientras, las falsas carcajadas, la empujaban hacia atrás. Se dejó caer, calculó al milímetro y lo arrastró con ella. Sus espaldas tocaron la tierra, y su frescor los atrapó. La siesta se anunciaba ya, con el susurro pausado de las conversaciones vecinas. Los jornaleros, tapaban los rostros con la paja de sus sombreros o mordisqueaban hierbas usándolas como mondadientes.
- Enséñame, quiero que me enseñes. No soy tan tonta como te crees, sé que las cosas están cambiando. Hace bien poco ardía el convento de Artafe. Ya sabes que mi padre trae piedras y asfaltos para los caminos, y las gentes que ruedan le van explicando cosas. Desde mediados de Abril, con la República, andamos todos como locos. Enséñame, quiero que me enseñes.- repitió.
Sin saberlo, ella se había vestido de verde con volantes y cascabeles, cautivándole. La besó.
- Te eseñaré.
* Extracto de la constitución II República
domingo, 6 de junio de 2010
I SOÑANDO
"...tiene la Tarara un vestido...la Tarara si, la Tarara no...Ay Tarara loca. Mueve, la cintura para los muchachos de las aceitunas."
- ¡ Francisquilla, niña. Deja de cantar y trae pa aquí el botijo!-gritó su padre, mientras pensaba que esa chiquilla,la pequeña, siempre estaba soñando.
El tiempo de la aceituna y el vareo, ya se habían acabado hacía tiempo. Los hombres que acompañaban al padre de Francisquilla, cambiaban la vara por el carro y el verde vida de las aceitunas, por el gris inerte de las piedras y el negro noche del alquitrán. Ella no cambiaba de tarea, agua fresca para los hombres. Siempre sería, agua fresca para los hombres. Sabía que ese era su poder. Sus cuerpos cansados, presurosos de sombra, cuando se agotaban, solo tenían que gritar su nombre. Ellos lo gritaban, por su sed y por el duende que llevaba la niña en su voz. Por el duende, y por esas caderas vespertinas que aún corriendo ágiles, no conseguían mover a su pecho desafiante.
"...la Tarara si..." No podía dejar de cantar, se repetía una y otra vez en su cabeza. Pensaba que estaba escrita para ella, y soñaba colocarse un vestido verde lleno de volantes y de cascabeles. ¡Ay, Lorca!. Soñaba con bailar delante del de la barba pelirroja. Soñaba acariciar con sus manos el color atardecer de su mentón. Soñaba con cantarle al oído, y que se olvidase de las monsergas políticas que se empeñaba en contarles a los otros jornaleros. De que le servía leer los diarios, nadie lo hacía, nadie sabía. Ojala levantase sus ojos de las letras, tropezasen con los suyos, y los leyera. Que leyera en su mirada las palabras de amor adolescente, ese que no se puede contar.
Decían que él ya sabía de amores, de amores rotos, de amores que no habían entendido sus ideales...-Que de ideales no se come, que de ideales, en esta España, se muere.-le dijo la madre de su hijo.
- ¡ Francisquilla, niña. Deja de cantar y trae pa aquí el botijo!-gritó su padre, mientras pensaba que esa chiquilla,la pequeña, siempre estaba soñando.
El tiempo de la aceituna y el vareo, ya se habían acabado hacía tiempo. Los hombres que acompañaban al padre de Francisquilla, cambiaban la vara por el carro y el verde vida de las aceitunas, por el gris inerte de las piedras y el negro noche del alquitrán. Ella no cambiaba de tarea, agua fresca para los hombres. Siempre sería, agua fresca para los hombres. Sabía que ese era su poder. Sus cuerpos cansados, presurosos de sombra, cuando se agotaban, solo tenían que gritar su nombre. Ellos lo gritaban, por su sed y por el duende que llevaba la niña en su voz. Por el duende, y por esas caderas vespertinas que aún corriendo ágiles, no conseguían mover a su pecho desafiante.
"...la Tarara si..." No podía dejar de cantar, se repetía una y otra vez en su cabeza. Pensaba que estaba escrita para ella, y soñaba colocarse un vestido verde lleno de volantes y de cascabeles. ¡Ay, Lorca!. Soñaba con bailar delante del de la barba pelirroja. Soñaba acariciar con sus manos el color atardecer de su mentón. Soñaba con cantarle al oído, y que se olvidase de las monsergas políticas que se empeñaba en contarles a los otros jornaleros. De que le servía leer los diarios, nadie lo hacía, nadie sabía. Ojala levantase sus ojos de las letras, tropezasen con los suyos, y los leyera. Que leyera en su mirada las palabras de amor adolescente, ese que no se puede contar.
Decían que él ya sabía de amores, de amores rotos, de amores que no habían entendido sus ideales...-Que de ideales no se come, que de ideales, en esta España, se muere.-le dijo la madre de su hijo.
-Niña, que no te conviene, que leer es de señorito. Que el hombre que te quiera, ha de tener las manos rotas del frío en la aceituna y no el gesto amargao de ese que se empeña en hablar de cultura.- le repetía su padre
Pero a los diecisiete se sueña, ella con él y él con la revolución de sus gentes, tanto tiempo hambrientas y oprimidas.
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