domingo, 13 de junio de 2010

VI EL REGRESO

"...Consejo de ministros: Esta tarde se reunieron los ministros en Consejo en el Palacio del Congreso...Al llegar el señor Largo Caballero dijo que esta mañana se había reunido con los alcaldes de la provincia de Jaén, para estudiar la manera de resolver la crisis de trabajo...aumentar una décima la contribución de toda España...no se considera suficiente...aumentar un cien por cien el impuesto de derechos reales por transmisión directa...cincuenta millones de pesetas...cajas previsoras para poder conjurar la crisis del trabajo..."*

Parecía que Juan Manuel nunca habría de tener reposo, que el desasosiego se había instalado en su corazón, y encontrábase tan a gusto que decidió no abandonarlo. El trasiego de gobiernos, ahora de reyes, ahora de dictadores, ahora republicanos. Tanto que se presumía en su infancia de la grandeza del imperio, perdida Cuba, parecía que las naves se hubieran traído de vuelta los huracanes caribeños que ponen todo patas arriba. Esos vientos regiraban con más fuerza las endebles construcciones con las que los pobres intentaban construir sus vidas. La voz de su niña, era casi su única alegría, embelesado con su jondo, no se había dado cuenta, de que ya era mujer. Tenía razón Tomás, no cerraría las puertas, además José Miguel era un buen hombre, y la causa por la que luchaba era justa.

A su regreso de Tiscar, José Miguel, hacía que ella se fijara en las manos desarmadas de ilusión con las que los hombres aupaban las botas de vino. Hombres sin trabajo, que aún queriendo subsistir, no tenían con que.
A unos los atrapará la holgazanería y el abandono, a otros las filas del ejército- le decía- Pero muchos despertaran como clase, muchos hemos de ser los que no nos aferremos a la teta que ahora nos quiere brindar Largo Caballero. Tenemos dos manos para ganarnos el pan, nos lo ganamos. ¿ Acaso las manos de los señoritos saben peinar las ramas del olivo? ¿Acaso las rodillas de sus mujeres son callosas de andar agachadas recogiendo aceitunas? Nunca un asno ganó a la carrera a un caballo, pero sí es capaz de llegar cargado por senderos escarpados a cimas más altas, mientras el caballo muere antes agotado.

Ella le escuchaba, no importaba lo que dijese, tenía el verbo fluido, convicción en la palabra y un tono inalterable, bajo, que obligaba a prestarle atención. Tenía, quince años más que ella de acumular vida.

Los altos cipreses del camposanto, les anunciaron su llegada a Peal. Soltó su mano, para agarrar su cintura. Una vida de familia se le había ya escapado, la quería sentir cerca. Quería que todos vieran que no era un capricho, que estaba con ella. Todo el pueblo lo vió. Incluso aquellos que siempre recelan de que a sus mujeres, se las lleve el de otro pueblo.

En la puerta de la casa, la figura taciturna de Juan Manuel, resistía el frescor de las primeras gotas de un agua de mayo. No mediaron palabra. Solo cruzaron miradas. Entró, no cerró tras de sí la puerta, ellos le siguieron. Si los pobres hubieran tenido costumbre de abrazarse por las alegrías, Francisquilla lo hubiera hecho.

Padre. - se atrevió a decir- Mañana al alba nos levantaremos para el tajo, antes me levantaré yo para preparar un almuerzo.

* Artículo de prensa del 22 de Mayo de 1931.

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