- ¡ Francisquilla, niña. Deja de cantar y trae pa aquí el botijo!-gritó su padre, mientras pensaba que esa chiquilla,la pequeña, siempre estaba soñando.
El tiempo de la aceituna y el vareo, ya se habían acabado hacía tiempo. Los hombres que acompañaban al padre de Francisquilla, cambiaban la vara por el carro y el verde vida de las aceitunas, por el gris inerte de las piedras y el negro noche del alquitrán. Ella no cambiaba de tarea, agua fresca para los hombres. Siempre sería, agua fresca para los hombres. Sabía que ese era su poder. Sus cuerpos cansados, presurosos de sombra, cuando se agotaban, solo tenían que gritar su nombre. Ellos lo gritaban, por su sed y por el duende que llevaba la niña en su voz. Por el duende, y por esas caderas vespertinas que aún corriendo ágiles, no conseguían mover a su pecho desafiante.
"...la Tarara si..." No podía dejar de cantar, se repetía una y otra vez en su cabeza. Pensaba que estaba escrita para ella, y soñaba colocarse un vestido verde lleno de volantes y de cascabeles. ¡Ay, Lorca!. Soñaba con bailar delante del de la barba pelirroja. Soñaba acariciar con sus manos el color atardecer de su mentón. Soñaba con cantarle al oído, y que se olvidase de las monsergas políticas que se empeñaba en contarles a los otros jornaleros. De que le servía leer los diarios, nadie lo hacía, nadie sabía. Ojala levantase sus ojos de las letras, tropezasen con los suyos, y los leyera. Que leyera en su mirada las palabras de amor adolescente, ese que no se puede contar.
Decían que él ya sabía de amores, de amores rotos, de amores que no habían entendido sus ideales...-Que de ideales no se come, que de ideales, en esta España, se muere.-le dijo la madre de su hijo.
-Niña, que no te conviene, que leer es de señorito. Que el hombre que te quiera, ha de tener las manos rotas del frío en la aceituna y no el gesto amargao de ese que se empeña en hablar de cultura.- le repetía su padre
Pero a los diecisiete se sueña, ella con él y él con la revolución de sus gentes, tanto tiempo hambrientas y oprimidas.
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