"...Una enorme luz que fuera luciérnaga de otra. En un campo de miradas rotas...Un reposo claro, y allí nuestros besos. Lunares sonoros del eco, se abrirán muy lejos...Y tu corazón caliente, nada más."
Su mano rodeaba el índice de ella, mientras se deslizaba suavemente, bajo los versos de Lorca. Ahora una a, niña de pelo suelto. Ahora una e, hocino de cortar esparto. Ahora una i, la luna llena en el campanario. Ahora una o, la sorpresa de tus labios...Así le iba enseñando, así el hambre no la notaban tanto. Los cereales del verano, no apuntaban maneras, los hombres y mujeres de la tierra veían negrear su futuro. Su carácter," andaluces de Jaén aceituneros altivos", les hacía seguir, la vida les iba en ello. Cada vez más sus oídos se hacían eco de las consignas que les llegaban; "La tierra, para el que la trabaja".
A la puesta del sol, un vino aclaraba su garganta, dispuesta a cantar las noticias de " La libertad" o de " La voz" a sus compañeros. Al otro lado de la plaza, seguro alguien hacia lo mismo en El Casino, pero con "El Debate" o "La Nación". La constitución los hacia iguales, pero los vinos nunca serían los mismos para unos y otros. Las sotanas, con los almidonados y repeinados señoritos. El hambre, con los cuellos raídos de las camisas de los jornaleros.
- ¡Tú, el de Iznalloz, barba de diablo colorao!¡Anda olvidándote ya de mi Francisquilla!- la rabia de los que murmullan a las espaldas, y los celos de al que le arrancan algo, desataban sus gritos- ¡Déjalá, y lárgate!
- Cálmate Juan Manuel, que tu niña ha de estar bien a mi vera- le respondió José Miguel.
- ¡¿Bien?, ¿Bien?!¡ Sopas de papel de periódico habréis de comer!-replicó vencido.
La media luna andalusí, fue testigo de sus negocios de amor. Al rayar el próximo alba, volverían a verse en la linde del cortijo.
martes, 8 de junio de 2010
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